En la continuidad de mi camino, tenía contemplado ir a Sofía, capital de Bulgaria. Una ciudad que siempre había escuchado que era muy bonita y con mucha historia. Si me muevo por los comentarios de las personas; por un lado, es bueno ya que muchas me pueden dar recomendaciones, pero por otro, nunca me he querido condicionar por los diversos aspectos, especialmente, negativos que otras personas me han comentado durante mi camino. Así que fui a ojos cerrados, como factor común desde que inicié mi viaje.
Recuerdo haber escuchado alguna vez de Bulgaria. Eso fue cuando era adolescente, e imaginaba a las personas de ese país con ropas anchas y de telas finas, tipo árabes o turcos, como en un cuento. No recuerdo exactamente que escuché en ese entonces, pero mi mente creó esa imagen llena de color y luces.
Estaba muy emocionada ilusionada por llegar, como siempre en mi viaje, pero con más deseos, ya que era mi película de adolescente que me había montado en mi cabeza juvenil, de ese entonces.
Mi primera impresión al llegar al centro de Sofía, fue: wow!
La ciudad la pude recorrer en tren, que no era muy moderno, pero cumple su función. El primer día yo me hospedé fuera del centro, así que tenía que tomar algún medio de transporte para trasladarme, porque era lejos. Si bien, podía caminar y me encanta hacerlo, pero si tengo la oportunidad de movilizarme con apoyo sobre ruedas, es genial, así me canso menos para continuar bien, con mi viaje.
Para mí es una maravillosa ciudad, llena de encantos, con una arquitectura sorprendente, estatuas hermosas por doquier, principalmente de leones y los majestuosos edificios engalanados en cada calle de esta capital, con nombre femenino, que conserva activos espacios culturales.
Me gustó muchísimo esta ciudad búlgara, fue una gran sorpresa mí, lo que pude ver allí. Y puedo confirmar, que las personas no usaban ropas anchas ni telas elegantes.









