Muchas emociones sentí al pisar Saigón. Al saber que ya me encontraba en Vietnam, se me alegró el corazón, también, estaba feliz por reencontarme con mi amigo, pero a su vez sentía algo de tristeza por rememorar parte de la historia de este país frecuentemente atacado, que enfrentó invasiones y conflictos bélicos desde épocas remotas hasta la Guerra de Vietnam.
Desde pequeña, cuando veía películas antiguas de guerra, sobre Vietnam, y en el colegio, siempre escuché habar de Saigón, por ser la capital. No había escuchado su nombre actual, Ho Chi Minh. Por cierto, que el cambio de nombre de Saigón a Ciudad Ho Chi Minh ocurrió formalmente en julio de 1976, tras la reunificación de Vietnam. Para honrar al líder comunista Ho Chi Minh, quien jugó un papel crucial en la lucha por la independencia vietnamita.
El día de mi llegada a Saigón, me tuve que trasladar a una ciudad a dos horas de allí, llamada VÜng Tàu. La lluvia que me acompañó durante mi bienvenida, no paró en algún momento. Mi amigo estaba de visita en aquella ciudad. Él había llegado un par de semanas antes, así que él estaba un poco al tanto de como funcionaba el sistema vietnamita, por lo que fue un buen e improvisado guía para mí.
En esos momentos me sentía extraña y muy ilusionada ¡Estaba en Asia, estaba en Vietnam!
En mi mente tenía la idea de un país muy pobre, con mucha miseria, sin tecnología ni adelantos. Pues, efectivamente, es un país muy desfavorecido, existe desigualdad y pobreza. Incluso, hay un grupo de personas que viven en la pobreza extrema, especialmente en las zonas rurales y entre los grupos étnicos minoritarios. Pero, este país del Sudeste asiático ha experimentado un fuerte crecimiento económico en las últimas décadas, lo que ha contribuido a la creación de empleos y al aumento de los ingresos de la mayoría de las familias. Existe la última tecnología, mucha modernidad. Es un país con una belleza indescriptible, un Vietnam de bastantes contrastes, de mucha desigualdad, con un poco más de cien millones de habitantes.
Mi primera impresión al los sus rostros de las personas locales, con aquellos ojos de párpados monólidos, en especial de las personas más adultas, tuve la sensación de empatizar profundamente con el sufrimiento y dolor, que han vivido durante la historia del país. Estaba emocionada. Al estar en un país muy resiliente y fuerte, a pesar de tanto sufrimiento experimentado en el pasado, las sonrisas y gestos alegres, predominaban. Yo no podía dejar de mirar y observar a cada persona que estaba cerca de mí, les hacía un inconsciente escaneo para, en el fondo, tratar de conocer un poco parte de la cultura. Observé cada gesto, acción y miradas, que la mayoría de las veces recaían sobre mí, aparentemente era recíproco. Yo sentí en muchas ocasiones las miradas sobre mí, creo que es por la diferencia de altura, forma de ojos e idioma. Yo soy alta, mido 1, 76 cms., la media allí es 1, 56 en mujeres y los hombres 1, 67cms. En relación a la altura de las personas, me llamó la atención que en los negocios locales de comida, los que tienen atención de público en la calle, generalmente en carritos, tienden a usar mesas y sillas de tamaño para niños y niñas de kindergarden, que existen en otros países. Se habla vietnamita, solamente en las zonas super turísticas hay algunas personas que hablan un poco de inglés, así que el traductor fue un buen y querido aliado.
Sigo explorando ese país con gente tan hermosa…