Me encontraba en Samaipata, pueblo al sur de Bolivia, a 120 kilómetros de Santa Cruz de la Sierra, cuando recibí la llamada de mi hermana diciéndome que nuestra madre se encontraba muy grave en el hospital de Talca, en Chile. Así que estuve, solamente, un día en aquel pueblo. Pregunté como debía hacer para acercarme a una ciudad más grande y así llegar lo más, relativamente, rápido a Chile. La idea era moverme hasta Cochabamba y desde allí viajar en bus a Chile, era la única opción que tenía. Los billetes de aviones estaban carísimos! Finalmente, desde Samaipata me acerqué a la localidad de Mairana, a media hora de distancia, lugar donde salían buses hasta Cochabamba. Fueron diez horas de viaje. Llegué a las 18:30 horas a Cochabamba y a las 20:30 horas salió mi bus a Iquique, Chile. Todo fue muy rápido.
Al llegar al Paso Fronterizo Chungará, entre Bolivi y Chile, 4.680 metros de altura, me sentía físicamente muy mal, eso fue a la mañana siguiente de mi salida desde Samaipata. Estaba muy mareada, con dolor de cabeza, con náuseas,sentía la altitud, las horas sin dormir, sin comer bien, preocupación por el estado de salud de mi madre, todos esos factores ayudaron a sentirme peor. Además, al pasar a Chile era obligatoria la mascarilla, no así como el resto de los países que había transitado. Las personas pasajeras del bus me decían – estás muy roja- y claro, parecía un tomate! Sentía mis ojos que se me salían, los tenía brillosos. Ante la autoridad sanitaria chilena me negué a usar al mascarilla, o si no, ¿cómo iba a respirar? de mala forma, pero me aceptaron con la mascarilla abajo. Yo era, prácticamente, un bulto, ¿qué iban a hacer si no lo aprobaban?

Mi viaje era hasta la ciudad de Iquique, en Chile, se supone que yo debía llegar a mi destino a las tres o cuatro de madrugada, pero a las 19:00 horas, ya habían transcurrido 23 horas de viaje, el bus hizo una parada en la ciudad de Arica, y no lo pensé mucho, allí me bajé, no resistía más. Me organicé para irme a Santiago desde allí para acercarme a Talca, la ciudad dónde estaba mi madre.
Desde Arica me iba ir en avión a Santiago, ya que en bus son 23 horas de viaje y el precio era bastante más accesible, si bien no era barato, pero para las circunstancias, estaba bien. Por lo tanto, me fui al aeropuerto de Arica. Mi vuelo salía temprano por la mañana siguiente. Así que pasé la noche allí. Me empecé a sentir mejor y el hecho de pensar en aquel viaje en el bus, me dolía todo. Así que me senté a esperar tranquilamente, ya que no tenía dinero suficiente para dormir en algún hotel. Mientras me acomodaba en el suelo del aeropuerto, se acercó un chico, resultó ser de la India. Me preguntó a qué hotel me iba ir a pasar al noche y le dije que iba quedarme en el aeropuerto y me dio a entender que era un locura por ser tantas horas de espera, además, él creía que el aeropuerto cerraba a medianoche. Al confirmarle que no era así, me dijo que también se quedaría allí. Al quedarse a mi lado me dio más tranquilidad, porque así me facilitó el escenario para poder acomodarme bien y dormir un poco, y logré hacerlo. Hubiese estado sola, obligadamente hubiera tenido que desvelarme.
Como a la una de la mañana una persona nos despertó, era una carabinera, policía chilena, nos pidió la documentación y billete de avión. Menudo susto que pasamos, al despertar tan bruscamente. Resultó todo bien. Cuando Abhi, el chico indio le dijo a la carabinera su país de origen la policía se sorprendió mucho, comentó:- ¿un chico indio en Chile?- Ella recomendó que nos cuidáramos, al igual que nuestras mochilas.
Para no alargar más este fragmento de ida a Chile, llegué a Talca, a la casa de mi madre, ella estaba ingresada en el Hospital, por cierto diagnóstico, pero no recibía visitas porque, además, dentro del recinto hospitalario se había infectado de Covid19, así que estuvo aislada. La angustia era grande, existía mucha incertidumbre, pensar si ella, Marta, continuaría en esta vida o partiría en un viaje más largo . Ella estuvo cerca de un mes ingresada. Por eso, para mí, esta parte de mi camino ha sido la más difícil. Al ser dada de alta estuve con ella, la acompañé en cada momento, se veía muy débil, pero poco a poco se fue poniendo más fuerte. Y lo mejor de todo es que su organismo comenzó a reaccionar de mejor manera, así que su pronóstico era bastante bueno, al momento de reiniciar mi marcha. Me separé de su lado más tranquila, contenta y muy agradecida.