Antes de salir de Perú, me comentaban sobre la moneda del Ecuador, que es el dólar, que definitivamente era más cara que los soles peruanos. Un sol peruano equivale a 0,25 dólares. Entonces creí que era muy conveniente para mí ahorrar en alojamiento y comida, como siempre, pero en especial en ese país por utilizarse el dólar. Entonces estuve mirando varias opciones de voluntariado en Ecuador. Existen algunas aplicaciones, donde te haces un perfil y puedes elegir alguno. Yo estoy apuntada en Workaway, que recién estoy probando y hasta ahora, me gusta. Yo quería alguno que tuviera que ver con personas, familias o comunidades. Envié una solicitud a una biblioteca en un pueblo costero de Ecuador, que cumplía exactamente con lo que yo buscaba, pero fue mucho la tardanza en la respuesta. Cuando yo acababa mi primer voluntariado, que fueron dos semanas, recién recibí respuesta satisfactoria de parte de biblioteca, pero ya era muy tarde para mis planes.
El voluntariado que escogí era en una finca, a 30 minutos de Atacames, pueblo costero. Era una familia, encabezada por Margoth, una mujer mujeres muy fuerte, que dividía su vida en su consulta de matrona, con los quehaceres de la finca y su familia. El primer encuentro fue en la estación de buses de Atacames, ella fue por mí. Luego nos fuimos a la finca, en su coche. El camino se me hacía cada vez más largo, en medio del monte, sin reconocer el entorno porque estaba oscuro.
Al llegar al lugar, me presentó a su esposo, hijo (15) e hija(13) y a Julio, sobrino que estaba allí por una temporada para apoyar en trabajos. También se encontraban Pete y Rihann, una pareja de voluntarios, de origen inglés. Al día siguiente llegaron Myriam y Jesko, una pareja de voluntarios, francesa y alemán, respectivamente.
Margoth me llevó a mi habitación, privada, esquivando algunos sapos que se nos cruzaban en el camino. Dormí muy bien. En medio de la naturaleza.
Al día siguiente comenzó el trabajo. Primero, era el desayuno a las 7:30 de la mañana, a las 8:00 iniciamos las labores que nos correspondían, a las 10:30 descansábamos media hora y luego, comíamos a las 14:00 horas. Las tardes y lunes eran libres.
Yo hice de todo un poco. Deshierbé la huerta, sembré cacao, hice limpieza de la casa, fui por plátanos, di alimento a los animales, preparé comida para todos y así funcionaba todos los días. Siempre hacía mucho calor, sobre 30° , generalmente estaba muy nublado, pero la humedad era muy elevada. En algunas ocasiones llovía, pero muy poco y eso fomentaba que la humedad aumentara.
El voluntariado estuvo muy bien: conocí a gente muy linda, aprendí cómo funciona una finca en la selva ecuatoriana, su cultura y las costumbres de las personas ecuatorianas, el trato entre hombres y mujeres y como no, pude deleitarme con los platos típicos de la zona y el país.




En la finca habían conejos, cuyes, patos, pollos, gallinas, gallos, pavos, dos caballos, tres cabras. Una de ellas, Lupe, que fue rescatada de accidente que tuvo, sufre de secuelas de daño neurológico grave, antes no caminaba y le costaba ponerse de pie. Ahora, camina, tambaleándose un poco, pero bien. Y a veces hay que levantarla para que pueda caminar, es muy encantadora. Además, pareciera que sonríe todo el tiempo. Había un gato, Melino, mi amigo, yo como fan de los gatos, estaba muy feliz con el. Melino era el tipo de gato que duerme por donde apoyaba su cuerpo, fuera a donde fuera, sin importar ruidos ni personas.
Mi primer voluntariado ha sido muy positivo, en especial el ambiente. Existía mucho respeto y cuidado entre todas las personas de la casa.
Como ha resultado bien, y he superado la prueba de trabajo voluntario, continuaré con otros más adelante. Lo recomiendo, viene bien como alimento para el alma.