Cuando llegó el momento de dejar atrás Guatemala, me sentía muy revuelta y con tristeza de separarme de un alma tan bella, luego de haber compartido dos meses allí, nos dijimos hasta luego, sin expectativas.
Estaba organizada para cruzar la frontera terrestre, pero finalmente me llegó una amigable y generosa invitación a trasladarme a México vía aérea. Por lo que llegué a Ciudad de México, avanzando un buen trayecto, saltándome algunos estados y un posible riesgo, al ser un país de alto movimiento migratorio, especialmente vía terrestre.
Todo fue muy rápido y sencillo en el control migratorio del aeropuerto. Para moverme en una de las capitales a nivel mundial con mucha población, con más de nueve millones de habitantes, tuve que barajar muchas opciones. Tenía previsto hospedaje a través de la app Couchsurfing, que son alojamientos gratuitos, así que debía trasladarme al sitio exacto. Así que utilicé la aplicación Uber, primera vez en todo mi camino que lo utilizo. No me quise arriesgar a subirme a dos autobuses, con mi mochila grande, además debía hacer transbordo, era hora punta y sacando cuentas, me salía estupendamente, pagué ocho dólares, así que por la distancia recorrida, la seguridad y comodidad ya me convenía.
Dormí en una terraza, habilitada como un apartamento, rústica pero cómoda. Me recibió la capital con una fuerte tormenta, el viento entraba por todos lados y la lluvia también pasó a saludarme. Moví el sofá cama, para que no se mojara más y ese día dormí con muchas mantas y bien abrigada, hizo mucho frío, bajó bastante la temperatura y al estar en la terraza más. El espacio tenía todo lo necesario para mi tranquilidad. Especialmente tenía seguridad, que en mi trayecto lo que más me interesa al llegar a un lugar.
Estuve cuatro días, y creo que nunca había caminado tanto en una capital. Está llena de atractivos turísticos, es muy bella, me gustó. Tiene mucho colorido, misticismo, cultura y muchísima historia. Si bien en mi viaje no suelo hacer recorridos turísticos, menos pagar por conocer, me interesa principalmente las personas la gente local. Pero llegue a allí y aproveché de ver lo que más pude, me moví en metro, que tiene muy buenas conexiones y a un muy buen precio.
Yo tengo referencia al tener muy buenas amistades mexicanas, que la gente es muy linda y tenía muchas ganas de llegar, ya que sabía de la gran calidez y amabilidad. Definitivamente lo he comprobado y con creces, la gente es maravillosa. Ahora puedo entender mejor la frase: México, lindo y querido.

