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Cada frontera, un mundo

Al pisar una diversidad de tierras, culturas, personas y colores me he sumergido en mundos diferentes, pero a la vez muy parecidos. Nos une el amor, sentimiento que ha estado presente en cada rincón que he tenido la fortuna de conocer, es el amor, el lenguaje universal de la mano con la sonrisa que superan toda frontera, que logra unir culturas y quitar diferencias.

Cuando llega el momento de cruzar las fronteras me viene una sensación de alegría profunda al saber que es la ocasión de abordar otro lugar, cultura, moneda, acentos, idiomas y costumbres.

La primera frontera que logré atravesar fue desde Chile a Argentina, cruzando la Cordillera de Los Andes, por el volcán Batea Mahuida (originalmente ‘mawida’: montaña en mapudungun, lengua mapuche), a la altura de la región de la Araucanía, que pertenece Chile y Argentina. Por el lado argentino está la ciudad turística, Villa Pehuenia. Formalmente tenía que salir de Chile por el Paso Fronterizo Liucura, pero por diversos factores externos a mi voluntad, terminé recurriendo a esa posibilidad.

El segundo Paso Fronterizo que tuve que cruzar desde Colón en Argentina a Uruguay fue el Puente Internacional José Artigas, que atraviesa el río Uruguay. Nunca olvidaré esos 2350 metros de largo del puente, que parecía que nunca acababan, agregando el factor: sol poderoso, el que se encargó de aumentar mi deseo de llegar pronto a Uruguay, ya que me había tocado frío y lluvia en el lado argentino. Y allí me esperaba la ciudad de Paysandú. («Pay» en portugués significa «padre» y «sandu» en guaraní es «que escucha»).

Desde Uruguay mi idea era continuar hacia Paraguay, pero en terreno me pude dar cuenta que sólo se podía llegar por tierra hasta allí vía Argentina o por Brasil. Yo como había pasado por Argentina decidí irme a Brasil para acercarme a Paraguay. Lo logré luego de subir desde el Sur argentino hacia Foz de Iguazú, donde está el Paso Fronterizo Puente de la Amistad, que une al país con la caótica y super comercial Ciudad del Este. Semanas después, al querer avanzar desde Paraguay hacia Bolivia lo hice a través del Paso Fronterizo Infante Rivarola, cruzando el Chaco Paraguayo.

Es muy importante tener la seguridad y convicción de que está todo bien al llegar a cada frontera. Confié que la Policía Nacional de cada país actuaría de la mejor y normal forma; que no habrían coimas, que no perdería mi equipaje y que apenas tardaría algunos minutos en que me autoricen a entrar y/o salir. Y así fue, afortunadamente. Además, en tiempos de Covid19 son muchos los requisitos de entrada que se han sumado, los que han cambiado de estado frecuentemente, creando así, un ambiente de incertidumbre mayor en algunos casos. Me siento muy afortunada y agradecida ya que no me ha surgido algún problema importante, toda barrera la he logrado superar, por lo que me siento muy impresionada y orgullosa del Camino que he logrado avanzar hasta ahora.

Esta travesía, que la estoy llevando a cabo vía terrestre, a hecho que yo pueda recoger y alimentarme de un mayor aprendizaje sobre nuestra valiosa humanidad. Ha sido y está siendo un Camino con aventuras espectaculares, en especial, al llegar a los Pasos Fronterizos que son otros mundos que nos invitan a la hermandad entre países y la desaparición de fronteras.

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